Para estudiar la elección entre ociosidad, actividad y felicidad, se diseñó un experimento en el que un grupo de estudiantes fue reclutado para contestar un par de cuestionarios. Al término del primer cuestionario se les dijo a los estudiantes que faltaban 15 minutos para el segundo, y que en ese tiempo debían entregar el primero, ya sea en una ubicación cercana (al lado del lugar donde se aplicó el cuestionario), o lejana (a unos minutos de distancia a pie); como gesto de agradecimiento por su participación; finalmente, se les entregó un dulce de su elección al entregar el primer cuestionario. Los resultados de este experimento, se compararon con una variante en la que a los estudiantes se les entregó un dulce predefinido de antemano.
Los investigadores encontraron que cuando no había diferencia entre la ubicación cercana y lejana (o sea se les entregaba el mismo dulce), la mayoría de los estudiantes eligió el camino corto; sin embargo, cuando los dulces eran diferentes en las distintas ubicaciones, la mayoría prefirió el camino largo, independientemente del tipo particular de dulce. Lo más interesante fue que, en ambos experimentos, los estudiantes que prefirieron el camino largo reportaron un mayor grado de felicidad que los que eligieron el camino corto.
La siguiente pregunta de los científicos fue ¿qué tan fuerte es la felicidad provocada por la actividad? Así que se repitió el experimento, pero esta vez se les indicó a los estudiantes dónde debían entregar su cuestionario; y aquéllos que fueron forzados a tomar el camino largo mostraron nuevamente un mayor grado de felicidad.
En conjunto, los resultados de ambos experimentos pueden interpretarse como sigue, la actividad produce un mayor grado de felicidad que el mantenerse ocioso; pero a pesar de esto, elegimos con mayor frecuencia mantenernos inactivos, a menos que haya una razón, aunque sea superflua, para mantenernos activos en cuyo caso tomamos esta opción. En otras palabras necesitamos una justificación para la actividad, y el segundo experimento sugiere que incluso si somos forzados a ser activos seremos más felices que si nos mantenemos ociosos.
Este segundo resultado no es del todo novedoso, de hecho, desde los años ochenta algunos aeropuertos han intentado elevar la felicidad de sus pasajeros forzándolos a caminar distancias más largas para recoger su equipaje. En conclusión, esto significa que la actividad es benéfica para las personas, no sólo porque se trate de un proceso potencialmente constructivo y útil a la sociedad, sino que además contribuye a la felicidad y satisfacción emocional de los individuos.
Referencias:
- Hsee et al. "Idleness aversion and the need fo justifiable busyness" (2010). Psychogical Science Jul;21(7):926-30.
2 comentarios:
¿Esto se refiere sólo a la actividad física o también a la intelectual?
En este experimento particular se enfocan más en la actividad física. Pero en las conclusiones los autores especulan sobre la posibilidad de que la actividad mental tenga el mismo efecto.
Saludos.
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